Dice Matriuzka que al menos las tristezas han cambiado, que ahora lloro por cosas que habrían sido impensables hace un año.
La canasta de intentos fallidos es enorme, y técnicamente abarca casi toda la vida. Entonces está bien sentir el dolor en medio del pecho, llorar en el baño de la oficina y argumentar alguna alergia majadera... que aquí lo único que nos pone los ojos llorosos es el exceso de polvo, "no, no sentimos, ¿cómo se le ocurre semejante insolencia?".
La fragilidad es total, si se fijan muy de cerca está presente en cada centímetro. No solo es frágil la vida como un todo, es frágil cualquier espacio que se nos ocurre habitar. En un segundo se nos cae lo que esté en las manos, y vaya recoja vidrios rotos... pero ojo, que se corta un dedo en el proceso.
Yo soy un desastre, pero tal vez menos desastre que hace un año. Si me caigo supongo que será al menos en algún lugar bien lejano que el de la última caída, tal vez ahí dé un poco más el sol. Está bien no estar bien, me imagino que de este lado somos los más y agarrarse de cualquier alegría para no irnos al carajo viene siendo como el único salvavidas que tenemos a la mano.
Por lo tanto, bailaré toda la noche y recordaré que siempre -pero siempre- está la hermosa banalidad que nos salva de tanta inmensidad.
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