09 junio, 2010

Ana y las expectativas. Parte mil

Para mí las esperanzas y las expectativas son como primas. Por supuesto que es más lindo hablar de esperanzas; suenan más románticas, más ligeras, como el que carga una sonrisa esperando que todo salga bien.

Las expectativas no; esas son materiales, pesadas y de colores oscuros. Aunque creo que es injusto para las expectativas, a final de cuentas ¿en qué se diferencian realmente de las esperanzas?

Pues las esperanzas piden menos... son más bondadosas, saben que tiene trabajo por hacer pero puede ser realizado en cualquier momento. "La esperanza es lo último que se pierde"; no, no hay apuro, esperanzas, pueden tomarse su tiempo.

Las expectativas tienen fechas, deadlines que resultan mucho muy prontos; se cumplen o no, es fácil, no hay más qué decir. Una buena expectativa se cumple lo más rápido posible, si se toma mucho tiempo fracasó. Las esperanzas fracasan pocas veces.

Y yo sigo agarrada de las expectativas, porque tenemos un romance de años. Me gusta cómo lucen y cómo se pavonean cuando son exitosas. Las esperanzas son muy humildes para mí, se hacen como las que no saben la cosa y se retiran sin hacer alarde de que sí -eran buenas esperanzas-

Me gusta reclamarle a las expectativas; verlas acongojadas cuando no logran ser llenadas, verlas atareadas como corren de un lugar a otro y sacan papeles mentales de todos los rincones posibles.

Entonces cuando caen me hago la ofendida, les pido explicaciones; ellas se ganan un poco de tiempo llenándome de palabras que sé que al final no me voy a tragar. ¡Lo siento! Si fueran esperanzas las dejaría descansar, podríamos retomar en unos meses cuando tengan energía para trabajar.

En fin, otro grupo de trabajadoras expectativas no llegaron a la altura estos días... no queda más que darlas por fracasadas. A mí me enternece verlas luchar hasta el último momento. Tranquilas, "that's all".