Cuando las palabras se me escapan de adentro tienen más sentido, se pintan con colores brillantes al frente de mis ojos y hasta se oyen diferente.
En la cabeza debe de haber un eco que distorsiona lo que terminamos oyendo cuando nos decimos cosas por dentro y bajito; debe de haber un filtro, un bicho travieso que se parte de la risa ordenando palabras de formas diferentes, robándose unas para que no sean oídas e incluyéndolas donde nunca estuvieron. De seguro que pasa ratos maravillosos jugando con mi cordura, en el fondo sé que yo lo dejo.
Es bueno hablar, sacar todo, decirlo, oírlo como realmente era, sentirlo. Que te dé en la cara lo que estás diciendo porque a pesar de que viene de tu boca parece como si hasta este momento lo supieras. La negación a veces es un estado malicioso... ¿lo será siempre?
No siempre me creo lo que digo, no siempre me lo digo a mí. Muchas, muchísimas veces le hablo a los demás; les cuento y les digo lo que opino, yo a veces prefiero no hablarme cuando le estoy hablando a los demás. Por eso creo que digo tanto, tantísimo y hago poco.
Ahora quiero ser fuerte, por mí y sólo por mí; quiero hablarme y decirme qué quiero, qué siento, qué necesito y en especial, qué NO necesito y es mejor que se vaya para siempre. Espero guardarme todas estas conversaciones con todos y conmigo para cuando aparezcan sus palabras, que esas tengan menos volumen y poder decirle: "Estoy mejor así"