A veces la vida se vuelve bipolar, entonces unos días ella se pone el vestido de fin de semana y se duerme durante el intermedio; se despereza en las últimas horas del viernes y abre los ojos cuando más le convenga.
Otros días las 8 horas de sueño son el lustre pesado de un queque sin sabor y es mejor dejarlas de lado, entonces esas horas extra se comen con las manos y se absorden en cada poro.
A veces la vida se vuelve tan incierta que parece dulce dulce... casi amarga.
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