30 enero, 2006

Nunca está tan callado... I

A como va cayendo el día Don Jairo vuelve cansado de la jornada diaria, hoy fue especialmente difícil levantarse a las 4 a.m. para salir al campo, pero ese pedacito de tierra es lo único que tiene, y lo que a duras penas les da de comer.

La noche anterior estuvo sospechosamente tranquila, le habían dicho días antes que un grupo de guerrilleros se acercaba, tenían que pasar por su humilde choza en su camino a la montaña, y si él y su esposa eran los elegidos sabía lo que iba a ocurrir.

Sin embargo la noche anterior fue silenciosa, afuera sólo la luna llena iluminaba el trecho que se dibuja montaña adentro, el murmullo de las criaturas de la noche le retumbaba en la cabeza, mientras acostado en su cama no podía conciliar el sueño.

Ahora camina paciente hacia su choza, ve el humo salir de la cocina de leña, su mujer ya debe de estar terminando la cena, sólo quería llegar y abrazarla, perderse en su olor para olvidar por un momento este pensamiento que lo atormentaba desde que bajó al pueblo hace unos días.

Al abrir la puerta estaba Doña Luz sentada en una de las únicas dos sillas que tenían, su mirada decía aquello que temía

-"Por qué no me dijo viejo? Hoy llegó Juancho a decirme que pasan por aquí esta noche, y usted sabía, por qué no me dijo?"

-"No quería preocuparla" dijo con sinceridad y resignación.

Se sentaron a comer callados, este silencio pesaba más que el que había percibido Don Jairo la noche anterior, recordó que dicen que nunca oscurece tanto como cuando va a amanecer, en este caso nunca está tan callado como cuando viene el estruendo.

Al terminar Doña Luz no levantó la mesa

-"Total... si vienen no va a quedar ni una cuchara"

-"Vamos vieja, no piense en eso"

Se quedaron sentados frente a la puerta, de cuando en cuando cruzaban una mirada, un suspiro, y se veía a la luz de la canfinera una lágrima en el rostro de Doña Luz. Era preferible el silencio, si se acercaban los guerrilleros era mejor estar precavidos, al menos bajar la cabeza y tratar de rogar por sus vidas.

7 comentarios:

Solentiname dijo...

Pucha, por un momento pensé que ocurría en El Salvador, pero de allá el recuerdo no era nunca que robaban. Robaba y mataba el ejército, pero claro, eso depende del país, y de la guerrila y lo que siempre es cierto es que termina pagando el pueblo.

Solo por curiosidad: es una historia verídica? Está contada con la intensidad como si lo fuera.

Humo en tus ojos dijo...

Pues si en esos casos no quedaran cucharas pero quedara la dignidad intacta...

Juanpa dijo...

Es como saber la hora de la muerte y resignarse a esperarla.

Ana dijo...

Sole> Es que según la historia depende de lo que necesitan, pero aún faltan partes del relato..
Y parece que es algo muy común, historia de todos los días.

Humo> Sí, tenés razón, pero suele no ser así, y siempre inocentes que ni tienen idea.

Citrus> Es también no estar seguros, y ver la hora de la muerte en cualquier hora.

Ana dijo...

De hecho es como de sentarse a pensar un ratito en eso, la historia continuará, esta en proceso ;)

jaguar del Platanar dijo...

Espero que ellos traten de huir y no esperar la muerte, que llega siempre de visita para llevarnos consigo.

En este caso la visita está anunciada. Parece que Don Jairo está resignado y que si Doña Luz hubiese conocido la noticia primero que él, ya habrían salido corriendo por sus vidas.

Floriella dijo...

Es no perder la esperanza y a la vez ser muy valientes...