02 febrero, 2006

Nunca está tan callado... II

La puerta se abrió de pronto, ningún movimiento que delatara sorpresa, sólo un vacío en el estómago. Una voz fuerte se oyó en el umbral que dejaba entrar la luz de la luna llena a través de la puerta abierta

-"Usted"-dijo señalando a Don Jairo-"Acérquese"

Don Jairo se levantó, la mano en la cadera delataba su edad y el cansancio de una vida en el campo, Doña Luz no lo quería soltar, con un gesto cariñoso y una sonrisa a medias la convenció. Caminó a paso lento, sin embargo decidido, hasta donde estaba el hombre en la puerta.

-"Vea señor, vengo con mis hombres, vamos camino a la montaña, yo doy mi vida para buscar un mejor país para todos, una mejor situación, y a mí nadie me paga. Tenemos hambre y dos hombres heridos, necesitamos donde pasar la noche"

-"Nosotros no tenemos nada joven"

-"Busquen"

Y con esa palabra se marcó la noche, Doña Luz sacó toda la comida que tenían para el resto de la semana e hizo de comer, Don Jairo buscó como curar las heridas de los hombres que venían arrastrados por sus compañeros, mientras tanto los demás empezaban a mover la mesa, sillas y la pequeña cama donde pasan Don Jairo y su esposa las noches.

-"Dormiremos aquí, la cama será para los heridos, los demás en el suelo, ustedes encuentren donde"

Después de alimentarlos a todos se fue callando el estruendo, los guerrilleros se acostaban en el suelo y a los pocos minutos estaban profundamente dormidos, Doña Luz y Don Jairo salieron de la choza, se echaron sobre el pasto seco bajo la luz de la luna llena, él se quedo sentado y apoyo la cabeza de ella en su regazo, sin embargo, ninguno pudo tener un minuto de paz.

La madrugada siguiente se levantaron los hombres, recogieron lo que habían sacado e iniciaron su marcha, el hombre del umbral se acercó a ellos, con la mirada fuerte e inexpresiva.

-"Nos vamos, ni una palabra de todo lo que oyeron, ni que pasamos por aquí"

-"No se preocupe joven" dijo Doña Luz con un intento de sonrisa en sus labios.

Los guerrilleros se alejaron montaña adentro, la mañana y la jornada empezaban a asomarse, estas no entendían de conflictos políticos ni sociales, siempre estarían ahí sin importar que, porque no entendían razones para muchas cosas que pasaban, al igual que Don Jairo y su esposa.

5 comentarios:

Floriella dijo...

Ani, me tenés atrapada con tu relato. ¡Casi me pongo a llorar!
Buenísimo. ¿Hay más? Eso espero...

Ana dijo...

Sí Flo, desgraciadamente falta lo peor.

Humo en tus ojos dijo...

AAAAHHHH!¿lo pior? Yisuscraist!
... hay tantas cosas, tantas, tantas incertidumbres que esán 'ahí', sin importar qué, y sin entender razones...

jaguar del Platanar dijo...

Que vida más dificil!

No tener ni un segundo para disfrutar de la vida; estar esperando no más la hora en que llegará el fin...
Qué triste saber que ha sido una realidad de muchas personas en este mundo.

Solentiname dijo...

Captás esa sensación terrible de la guerra en la que los que están en medio son los que terminan pagando.