20 diciembre, 2005

Recuerdos

Hay cosas, sonidos, lugares, olores, sensaciones, imágenes que nos devuelven a ciertas épocas de nuestra vida, y si nos dejamos llevar podemos pretender por un momento que somos de nuevo la persona que éramos en ese momento. Cuando me pasa, y puedo dejarme llevar tanto como para sentirme como esa vieja persona que solía ser, vuelven a mí todos los sentimientos de aquel momento, el miedo, el dolor, la inocencia o la ilusión que podía crear en mí el vivir cada día.

Entrar a la Librería Lehman de la Avenida Central significa para mí volver a la niñez, a la más tierna e inocente parte de mi niñez. Ese lugar para mí quedó congelado en el tiempo, y no sé si es gracias a mi falta de memoria de esos días o porque simplemente no ha cambiado. Otro factor importante es que, por comodidad, cuando necesito ir a una librería en el centro de San José prefiero La Universal, pocas veces vuelvo a la Lehman, por lo tanto no es habitual para mí.

Me explico, mi mamá al ser maestra me enseñó a leer en la casa, con unas tarjetas de sílabas me sentaba en la mesa de la cocina a formar palabras mientras ella cocinaba.

-"Mami, aquí dice casa?"
-"Sí, y si le cambia el orden dice saca"

Las palabras eran interminables, creo que ahí descubrí que tanto se puede lograr al unir sílabas y al formar palabras, las miles de opciones al tener dos o más sílabas juntas. Evidentemente cuando entré a primer grado leía bien y leer Vida Nueva o Paco y Lola se me hacía aburridísimo. Siempre buscaba algo más que leer, a veces me daban libros (para niños) que a pesar de que me entretenían no daban para muchos días.

Cada día de pago íbamos con mi mamá a San José a recoger el dinero (no me acuerdo realmente de esto, ni por qué tenían que ir siempre ahí), y como todo niño de corta edad, ni a mi hermano ni a mí nos gustaba pasar horas haciendo fila con un montón de gente. A pesar de todo, los niños son fáciles de manipular, y mi mamá nos prometía comprar un libro en La Lehman si la acompañábamos.

Cada viernes de pago era un día de ilusiones para mí, para ese día ya estaba más que leído el libro que se había comprado antes. Desde que nos decía que ese día teníamos que ir a San José pensaba en que libro quería, y si era posible comprar un libro de otro color (Era una colección de libros para niños que cambiaban de color según la edad, los blancos primero, luego los azules, los anaranjados y rojos). Hacía notas mentales de los libros que había visto antes y que había pensado en comprar, me preguntaba por qué no podía comprar un libro rojo (en ese momento iba por los azules), y que si mamá me iba a decir que no si le prometía que me lo leía todo si me compraba uno rojo.

Después de horas de filas, de ir a almorzar y de cruzar medio San José, llegábamos a la Lehman, desde que entrábamos cambiaba el mal humor del calor que hacía, o el berrinche del helado que no nos compraron, simplemente se nos olvidaba todo, porque ya estábamos ahí. Nos dirigíamos directamente al estante donde estaba la colección de libros, y permanecíamos por lo menos media hora, leyendo algunas páginas, viendo los dibujos que traía uno, el juego al final que traía otro, buscando el libro rojo más corto para que me lo compraran.

Salíamos de la Lehman con una bolsa en la mano, adentro el libro lleno de aventuras y de personajes, salíamos felices, ilusionados de lo que estaba por venir, porque desde nuestro punto de vista se recompensaba el caminar por horas entre tiendas, el hacer filas, el andar en buses llenos de gente.

Ese es el sentimiento que me embarga al entrar hoy a La Lehman, no es una librería para mí, son millones de emociones y recuerdos, es la ilusión de que lo mejor está por venir, no era lo mismo que salir de un cine o del Parque de Diversiones, porque en ese caso lo mejor ya había pasado.

La semana pasada entre y sonreí, sentí las ilusiones y la inocencia de cuando niña, y a pesar de la nostalgia me dije a mí misma que lo mejor está por venir.

5 comentarios:

Solentiname dijo...

Las librerías siempre son lugares mágicos, sobre todo cuando no te echan por ponerte a leer los libros ahi mismo.

Anónimo dijo...

esos son los recuerdos que se quedan con uno para siempre...
Chica esta genial el blog!

Ana dijo...

Sole> Creo que por eso cuando pienso en comprar libros nunca voy a La Universal, odio a la gente detrás mio obligándome a comprarlo o dejarlo.

¬¬> Que bueno verla por aquí, bienvenida!! Me alegro que le guste ; )!!

Floriella dijo...

A mí me hace mucha gracia encontrar tantas coincidencias entre la gente que leo (que las leo porque evidentemente me gusta como escriben) y yo. Yo también aprendí a leer muy chica y se me hizo pasión eso de la lectura, devoradora de libros que llaman. Me gustó mucho este post.

Humo en tus ojos dijo...

No había leído el post, me sacaste una sonrisota... yo también leí montones de esos libros de colores :) todavia deben andar por ahi