Mi primera visita al oftalmólogo fue hace casi 6 años, antes de eso nunca se me había ocurrido que toda la demás gente veía el mundo más claro que yo. Me di por enterada en el momento en que vi que mis compañeros podían leer cosas en la pizarra que para mí eran sólo manchas.
Me encantan los exámenes de la vista, lo acepto. Siento emoción cuando la línea de letras que no podía leer aparece clara enfrente de mí, la emoción va creciendo cuando el oftalmólogo cambia el lente y me pregunta con cuál veo mejor... es como si pudiera seguir hasta que vea las cosas realmente claras (en realidad esta idea no tiene nada que ver con unos anteojos o un examen de la vista, pero no puedo evitar pensarlo)
Salir de la óptica con un par de anteojos nuevos es siempre parecido, aún así lo siento diferente cada vez. Durante la primera hora mis ojos se acostumbran al nuevo aumento y no puedo evitar sentirme un poco mareada o con dolor de cabeza. Sin embargo todo se ve nuevo, saltan detalles que no había notado y por segundos me siento como si nunca hubiera estado en esos lugares.
Tengo que usar los anteojos siempre, para vivir digamos. Me los quito en situaciones en las que ver de largo no es necesario porque lo que me importa lo tengo dentro de mi campo visual, y vale decir que son los momentos más acogedores. Hay cierta compañía que inevitablemente me hace perderlos, me los quito en un momento y los dejo despreocupadamente en cualquier lugar; en otros casos ni siquiera me han visto más que un par de segundos sin ellos.
A veces siento que se han convertido en alguna extensión material de mí, algunas veces en una pared que me separa de ojos ajenos. De vez en cuando me gusta quitármelos y ver todo un poco borroso, movido; al igual que se pierden los detalles al no tenerlos puestos se pierden también los pequeños defectos.
5 comentarios:
¡Este nació frente al mar de Puerto Soley! Lo recuerdo bien... ha tomado su tiempo en salir ¿no? pero está muy hermoso. Quiero decir que has regresado... pero me da miedo echarlo a perder. ¡Me encanta cuando escribís así!
jeje, eso de los defectos es verífico!!!
Pos sí, yo no uso lentes, aunque debería porque ya veo menos que antes. Ahora uso lentes oscuros, pa protegerme del fuertísimo sol de Los Chiles, bueno y además pa jugar de loco, pero el punto es que como no estoy acostumbrado a cada rato me siento en ellos o los ando puestos y ni cuenta me doy hasta que tengo q prender la luz. En fin, algo nuevo y diferente, eso sí, no tan emocionante como su relato.
Saludos :)
:-)
A mí me gusta, a veces, ver borroso también. Lo malo es que me convierto en un peligro para la salud pública, porque no distingo nada a un palmo de distancia.
Pero qué bonito cuando siempre se dejan por ahí, porque la distancia no es suficiente para usarlos! ;-)
Sirena> Sí, eso mismo con unos pequeños cambios. Ha durado un poco en salir, pero parece que tenía que vivirlo de nuevo para que saliera mejor. ¿Regresé? Pues no sé, voy poco a poco a ver que tal sale.
Abrazos!
Jaguar> A mí los lentes oscuros no me hacen mucha gracia, yo nunca he usado y cuando hablo con alguien que los tiene puestos no me salen las palabras... es desesperante no poder ver los ojos de la otra persona jeje! Saludos!
Deni> Esa es la mejor compañía, la que esta lo suficientemente cerca ;)
Un abrazo!
Creo que mi problema es que me mandan siempre el mismo aumento... no cambia nada... pero aquí veremos cómo ponernos optimistas
Publicar un comentario