24 octubre, 2011

Medium

Su improbabilidad incluye aparecer en los momentos claves, dónde una no le cancelará el compromiso, le contestará todas las llamadas y en especial, dónde no dejará correo sin leer y responder.

Los años que han pasado no me alcanzan para contarlos con una mano. Si me acuerdo de cuándo empezó todo, no me alcanzan para contarlos con las dos. El tiempo pasa, sin duda, pero a veces siento como si algún hilo delgado me sujetara del dedo pequeño de la mano izquierda. Y siempre que trato de alejarme, me recuerda que hay ancla al suelo.

Ayer pensaba si la respuesta a un correo me iba a cambiar la vida. Si después de darle clic en Enviar, la del espejo sonreiría complacida y diría que por fin podemos agarrar tijeras. Pero suelo creer que las soluciones no vienen en servicio express, y que de ser así, son más como placebos.

Pero sí, unas 12 horas después me despierto y caigo en cuenta de que era necesario dormir para que la del espejo tuviera una conversación con un fantasma que siempre me había atormentado. Que esta figura pidiera disculpas y reconociera toda la valentía que hay detrás de esto. ¿Y ella? Pues ahí estaba. La sensación de haberla sentido tan cerca y real en sueños, aún después de despertar, es de las cosas más impresionantes.

No sé bien cómo explicarlo, pero la sensación de cierre es tan fuerte como la primera vez que escuché su voz condenándome(nos) por algo tan irreprochable.

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