10 septiembre, 2008

Lápices, lapiceros y al fin, cicatrices

En un momento durante mi época colegial decidí empezar a escribir con lápiz, en alguna clase de regresión guarde los lapiceros (bueno, sólo me tocaba sacarlos para hacer exámenes) y compré miles de lapices (también escribía con minas de colores, las cuales me alegraban los días).
La idea vino por muchas razones:
  • Odiaba mancharme las manos con restos de tinta de lapicero.
  • Desde el primer acercamiento con el corrector líquido decidí que era la idea más fea del mundo... fea en el sentido de lo bonito, ordenado y agradable a la vista. Para mi imaginario era mucho mejor pasarle UNA línea a la palabra (tampoco es hacer un tachón) que hacer una chorcha de corrector y una excavación con el lapicero para escribir la palabra encima de eso.
  • Y por último, la más importante, no entendía un instrumento que no me permitiera equivocarme sin dejar registros tan obvios.

Resulta claro que la idea sólo me parecía a mí, tanto mis profesores como mis compañeros odiaban la idea porque las cosas escritas se veían menos, se borraban con el tiempo y porque no salían en las fotocopias. Eso fue lo de menos, hasta los primeros años de la universidad seguí usando lápiz, cuando el gris del grafito me parecía horrible me pasaba a lápiz de color y problema resuelto.

De pronto pasó, no me di cuenta del cambio y estaba de nuevo escribiendo con lapiceros... Las manchas de tinta pasaron a segundo plano ante manchas de verdad que no había sólo en las manos (y que no resultaban tan feas), el corrector líquido no era realmente importante porque siempre existían las líneas horizontales y los registros obvios de mis equivocaciones no eran más que cicatrices, de esas que recuerdan que algo pasó... pero sanó.

1 comentario:

Humo en tus ojos dijo...

A mi me pareció horrendo cuando a partir de 4 to grado nos obligaron a usar lapicero... y como que llega la costumbre de que a veces los tachones no se pueden obviar, pero nada, los lápicitos son unos sexys!!