Ayer estaba escribiendo una historia de un vestido de colores en la ventana de una tienda, que se me adhería a la piel y no quería irse jamás. El mismo vestido con el que bailaba calypsos, el mismo que hace unos meses dije que al día siguiente quería usar. Pero hoy en la mañana ya no veía un vestido de colores, buscaba fotos para postear y todas me parecían que no eran el que yo imaginaba.
Leí de nuevo lo que escribí y ya no sonaba dulce, ahora era forzado y falso. El vestido de colores no se movía cuando daba vueltas, era largo y cerrado. Entonces busqué otras palabras, las puse por aquí y por allá; borré otras que no calzaban y terminé por dejar en blanco la ventana de la entrada que estaba escribiendo.
Con la ventana en blanco siento como ese vacío cuando baja el carrito de la montaña rusa después de su punto más alto, pero lo siento en cámara lenta y me pregunto si se puede sentir en cámara lenta. En esos momentos sonrío a veces, pero dicen que mis ojos siguen estando como idos, tristes; y yo no sé... no los puedo ver.
Leí de nuevo lo que escribí y ya no sonaba dulce, ahora era forzado y falso. El vestido de colores no se movía cuando daba vueltas, era largo y cerrado. Entonces busqué otras palabras, las puse por aquí y por allá; borré otras que no calzaban y terminé por dejar en blanco la ventana de la entrada que estaba escribiendo.
Con la ventana en blanco siento como ese vacío cuando baja el carrito de la montaña rusa después de su punto más alto, pero lo siento en cámara lenta y me pregunto si se puede sentir en cámara lenta. En esos momentos sonrío a veces, pero dicen que mis ojos siguen estando como idos, tristes; y yo no sé... no los puedo ver.